«Lo más importante de un triunfo, es que valga la pena ganar. Si el triunfo es a expensas de arriar banderas, pisotear principios, recurrir al miedo y la mentira, asustar en vez de esperanzar, descalificar en vez de superar… no valdría la pena ganar.» Wilson Ferreira Aldunate 11 de mayo de 1971.

 Tras el balotaje, empezó un tiempo de análisis sobre las causas que nos llevaron al revés electoral, y sobre posibles alternativas para revertir esta situación en el futuro. Ciertos analistas llegaron a la conclusión –a nuestro juicio apresurada y pobremente fundamentada- de que para sacar del gobierno al Frente Amplio en 2014, blancos, colorados, independientes y todos aquellos que se sientan de “no izquierda”, deberían formar una coalición estructurada y permanente. Una especie de fusión entre las grandes colectividades políticas, cuyo denominador común sería un mayor respeto y compromiso con el sistema republicano y democrático de gobierno que el que ha demostrado en estos años, el Frente Amplio.

Si bien respetamos la opinión de tales analistas, a nuestro juicio, sus conclusiones parten de premisas erróneas, que nos merecen los siguientes comentarios:

1) Se afirma que parte del electorado, identifica como similares en su pensamiento e ideología, a los partidos tradicionales; y como diferente, al Frente Amplio.

A nuestro juicio, no hay nada más parecido al Partido Colorado, que el neobatllismo ampliado, empeorado y radicalizado, encarnado por el Frente Amplio. Hasta en su forma de ejercer el poder y de “hacer política” son similares. Y si no, que alguien nos diga con la mano en el corazón, si el gobierno del Frente Amplio no le recuerda a la “influencia directriz” de Herrera y Obes y sus secuaces. Como si esto fuera poco, nadie puede negar que en líneas generales, tanto el Partido Colorado como el Frente Amplio, se han caracterizado siempre por su estatismo, su laicismo a ultranza, y su visión materialista de la realidad, bastante ajena a todo sentido de trascendencia.

2) Se dice además, que cierto electorado de “no izquierda”, no percibe una diferencia clara y de fondo, entre blancos y colorados.

Si esto es así, estamos ante el desafío de transformar una debilidad en una fortaleza, una amenaza en una oportunidad. Si es cierto que para cierto público somos partidos similares, entonces intentemos ganarle limpiamente esos votos al Partido Colorado. Si nuestro objetivo es alcanzar el poder, ¿por qué vamos a compartirlo con quienes son percibidos como iguales? ¿por qué renunciar al esfuerzo de captarlos para nosotros? Por lo menos, es ceder posiciones antes de dar la batalla…

Mucho mejor es marcar cierta diferencia a nuestro favor, para que esos electores nos voten a nosotros. Diferencia que se puede hacer en lo programático, proponiendo ideas renovadoras, realizables y audaces; y en lo electoral, presentado candidatos confiables, muy cercanos al pueblo, verdaderos intérpretes de los anhelos y esperanzas de la gente. Es más, debemos marcar una diferencia tal, que lleve a muchos de los actuales votantes del Frente Amplio, a votar al Partido Nacional. Porque los votos que necesitamos para ganar -el balotaje es la prueba más contundente- no están en el Partido Colorado o en el Partido Independiente: están en el Frente Amplio. Y es ese electorado el que tenemos que recuperar.

En este sentido, cabe recordar que desde el primer gobierno de coalición entre blancos y colorados, el Frente Amplio se dedicó a destruir, propaganda mediante, todo aquello que fuera o sonara a “blanquicolorado”, a “partido rosado”. Por tanto, si los votos que tenemos que recuperar para ganar las elecciones están en el Frente Amplio, mal lo podremos hacer fusionando nuestros partidos en esa informe masa “blanquicolorada” o “rosadita”, a la que tan mala prensa le han dado los frentistas. Como si esto fuera poco, es un dato de la realidad que las propagandas del Frente Amplio hacen mella en la gente, porque están siempre muy bien pensadas. La consecuencia lógica es que si esta fusión se da, lo primero que van a hacer los frentistas, es atacar el sentimiento blanco o colorado de los votantes “puros”. Y con eso basta para hacer fracasar el proyecto.

Por otra parte, la crisis de votos de los partidos tradicionales parece ser en el fondo, una crisis de credibilidad. Y no es aventurado pensar que una de las causas de esta crisis de credibilidad, es la falta de autenticidad. Si esto es así, quizá no haya nada menos auténtico y menos generador de credibilidad, que una coalición entre partidos tradicionales que desde hace 170 años están enfrentados…

Hay que tener claro además, que una cosa es hacer una coalición para asegurar la gobernabilidad, y otra muy diferente fabricar una cooperativa de votos para alcanzar el poder. Me dirán que al Frente Amplio le dio buen resultado. Si, pero porque no se quedó sólo en la cooperativa de votos, sino que trabajó esforzadamente durante décadas en una metódica “revolución cultural” al mejor estilo Gramsci.

3) Se dice también que la unión de blancos y colorados a nivel departamental, supera en la mayor parte de los casos, al Frente Amplio, y que si queremos ganar en esos departamentos tenemos que unirnos blancos y colorados.

Usando el mismo criterio, se podría decir que en realidad, lo que más conviene a efectos de que los blancos ganemos en todo el país, es aliarnos con el Frente Amplio, no con el Partido Colorado… ¿Absurdo, verdad? Si, pero ¿por qué? Porque el tema no es aliarnos con cualquiera para ganar las elecciones, sino con quienes sean capaces de promover y defender los mismos principios, ideas y valores que nosotros. Aquí la pregunta clave es: los colorados, ¿han defendido, defienden y defenderán los mismos principios, ideas y valores que los blancos? Quizá algunos sí. Seguro que otros no. Mejor dicho: es posible que algunos colorados, defiendan algunos de los principios que nosotros defendemos… Y es seguro que muchos colorados no lo harán. Una coalición de tales características, no asegura ninguna victoria, a no ser la del Frente Amplio, que tendrá material abundante para elaborar los libretos de sus murgas. Ya me imagino a los parodistas dando vida a un Aparicio de sobretodo, o bien a un Batlle de poncho…

No se puede negar que con el Partido Colorado, tenemos alguna que otra coincidencia –también las tenemos con el Frente Amplio-; pero con ambos tenemos también una insalvable barrera de principios e ideas que los blancos no podemos derribar sin dejar por el camino nuestra esencia, nuestra razón de existir. No importa que cierto electorado perciba –a mi juicio erróneamente- a los colorados como más parecidos a nosotros que al Frente Amplio, simplemente porque en varias ocasiones votamos juntos en el Parlamento. También lo hacemos a veces con el Frente Amplio y eso no implica que nos parezcamos a los frentistas. Si alguna vez coincidimos con los “no blancos”, es por aquello que decía Ortiz: “lo que es bueno para el país, es bueno para el Partido Nacional.”

Desde nuestro punto de vista, una coalición o fusión con el Partido Colorado, terminaría con ambos partidos de un plumazo. Para colmo de males, sin la más mínima certeza de que tal coalición pueda asegurar la victoria. ¡Ahí sí que habría Frente para rato! Porque una cosa es que en un ballotage, los colorados voten a los blancos, o que los blancos votemos a los colorados, porque a unos y otros nos parece que el candidato del otro partido tradicional es “menos malo” que el candidato frentista… y otra cosa muy distinta, es tratar de andar de la mano con los colorados durante el resto de la historia.

4) Se ha dicho además, que el electorado, al elegir como Presidente al Sr. Mujica, lo que en realidad hizo fue transmitir el mensaje tal o cual a los partidos tradicionales.

Quizá mi pensamiento sea demasiado lineal y poco académico, pero para mí, el mensaje que dio el pueblo fue, o bien que no quería de Presidente al Dr. Lacalle, o bien que quería de Presidente al Sr. Mujica. Y punto.

Habrá que ver por qué no querían al uno, o bien por qué querían al otro. Quizá Mujica resultó más creíble; quizá logró entrar en sintonía con la gente. Lo cierto y lo concreto es que su demagógico discurso y sus actuaciones públicas, conquistaron el 52% de los votos en el ballotage. Son hechos a tener en cuenta más allá de los intentos de coalición o fusión.

En todo caso, un mensaje que sí parece haber transmitido el pueblo uruguayo al decidir por el Frente Amplio, es que hoy por hoy, o bien no le importa, o bien está de acuerdo con el establecimiento de un sistema de gobierno menos republicano y menos democrático que el que existió a lo largo de toda la historia del país. Si ese es el denominador común que se utiliza como argumento para impulsar la coalición con los colorados y otras fuerzas no izquierdistas, ¿es lógico basar en él la esperanza de un triunfo electoral? No parece.

 5) Se ha sostenido incluso, que corremos el riesgo de perder varias intendencias del Interior del país, porque el Partido Colorado está decidido a dar una dura batalla en las elecciones municipales.

 Pues bien… con la coalición o fusión, ¿acaso se busca que los colorados se bajen del caballo y nos apoyen a nosotros para que no perdamos el gobierno municipal que ellos quieren ganar, y todo en nombre de la república y la democracia? La respuesta es tan evidente que ni vale la pena comentarla.

Además de todo lo que se ha dicho por ahí, hay algunos aspectos que nos interesa resaltar:

A nuestro juicio, el fondo del problema es cultural. La profunda y metódica “revolución cultural” de neto corte gramscista que padecemos, no se revierte con los paños tibios de una coalición electoral entre los “no gramscistas”. La única forma de revertirla, a nuestro juicio, es con la participación activa y militante de todos los “no izquierdistas” en todos los ámbitos de la sociedad: en la educación, en la prensa, en los medios, en los sindicatos, en los gremios, en las organizaciones de la sociedad civil, en los clubes deportivos y… hasta en las parroquias. Porque en todos esos ámbitos, hoy están metidos y “dando línea”, los izquierdistas, y es allí donde hay que dar “la madre de todas las batallas”. Pensamos que la única forma de ganar una revolución cultural, es iniciar una revolución cultural en sentido contrario.

El objetivo principal de un partido político que legítimamente lucha por el poder, no es a nuestro juicio, alcanzar el poder por el poder mismo, sino alcanzar el poder para ejercerlo de acuerdo con determinados principios, valores, ideas y programas de gobierno previamente establecidos. Programas que busquen dar respuesta a las necesidades de la gente, empezando por lo urgente y siguiendo por lo importante. Así las cosas, ¿vale la pena ser electo Presidente, si uno queda obligado a gobernar de acuerdo con unas líneas programáticas relativamente ajenas los principios y valores de su propio partido? Llegar al poder, sin capacidad para gobernar según sus propias convicciones, no es un buen negocio para ningún Presidente. Salvo que lo único que les importe, a él y a sus seguidores, sean los cargos…

Por eso, la única estrategia que para nosotros puede dar rédito a largo plazo, no es la de buscar alianzas electorales con quienes discrepamos en casi todo, sino en lograr que nuestros principios e ideas, lleguen a calar tan hondo en el pueblo, que la gente vuelva a pensar en votar al Partido Nacional. Y en presentar candidatos tan creíbles y cercanos al pueblo, que la gente termine decidiendo por nosotros.

 Por otra parte, apostar a pescar en el lago de la “no-izquierda”, es apostar a lo mismo de siempre, cuando el cambio real en lo electoral, sólo se puede lograr si vamos con la caña a pescar en otros lagos: en aquellos donde hay más peces. Y no es necesario cambiar el discurso: lo que hay que hace es cambiar nuestra forma de relacionarnos con la gente.

Para terminar, la pregunta más importante de todas: ¿los colorados, independientes y demás “no izquierdosos”, están de acuerdo con la política de fusión? ¿Alguien les preguntó?

 Älvaro Fernández Texeira Nunes